lunes, 17 de octubre de 2011

ÁREA HUMANA



FORMACIÓN DE LA DIMENSIÓN MORAL

La formación humana incluye necesariamente la educación de esa dimensión moral por la cual un ser humano es “bueno” en cuanto ser humano.
El centro de esa dimensión  es la conciencia moral. El Beato Juan Pablo II dice al respecto: “la educación de la conciencia moral es importante, ya que al requerir la intimidad del propio “yo” la obediencia a las obligaciones morales, descubre el sentido profundo de esa obediencia, a saber, ser una respuesta consciente y libre y por tanto, por amor alas exigencias de Dios y de su amor[1]”. En efecto, ¿cómo no ha de ser central para quien pretende ser “hombre de Dios”, formar aquello que es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla?[2] Formar la conciencia será entonces preparar el encuentro con Dios, escuchar su voz.
La conciencia será el faro para el camino: La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está enfermo todo tu cuerpo estará en oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡que oscuridad habrá![3] (Mt 6, 22-23). La conciencia formada será garantía de que no habrá doblez, insinceridad, hipocresía en su vida. Una conciencia deformada será en cambio fuente de tinieblas y zozobra.
Pero además, la conciencia del sacerdote está puesta al servicio de los demás. Él ha sido llamado a ser maestro en la fe, guía en el camino hacia Dios, educador de la conciencia moral de los fieles a él encomendados. Una buena parte de su ministerio  diario consistirá en iluminar las conciencias y aconsejar a los hombres y mujeres en la confesión, en la dirección espiritual, en reuniones y conferencias y hasta en el dialogo informal.
En definitiva, la formación de la conciencia tomará un matiz u otro según la concepción que se tenga del hombre, y del modo como se conciba y se perciba el bien y el mal; es decir, del concepto que se tenga de la moral.   
           
Autor
Seminarista José López



[1] Pastores Davo Vobis 44.
[2] Gaudium et Spes 16
[3]  Posiblemente, este texto quiere decir que si lo que nosotros consideramos como luz es oscuridad, ¡como será la oscuridad propiamente hablando!

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